«Aquello
era un buen arreglo»,
pensó la figura encorvada mientras avanzaba por el pasillo en
penumbras. No entendía como no se le había ocurrido a ninguna de
sus hermanas, aunque teniendo en cuenta su naturaleza, si se les
había ocurrido se lo habían guardado para sí. Ella por supuesto lo
había hecho durante las reuniones anuales.
Y en verdad era un buen
arreglo. Pues aunque tenia ciertas desventajas; como la obligación
de vestir como una estúpida consorte del nazareno y tener que
asistir a sus aburridos rezos y monsergas; en cambio le ofrecía una
amplia despensa a la que echar mano con total impunidad. Le
sorprendió lo fácil que había resultado, pues tan solo se había
tenido que limitar a matar a una monja de más o menos de su talla,
adoptar su aspecto y al poco ya se encontraba trabajando en las
cocinas del orfanato. Puesto privilegiado, pues le permitía
controlar la alimentación de los niños y ojearlos para determinar
de cual alimentarse durante sus visitas nocturnas. Siempre escogía a
los desnutridos, tísicos o enfermos, al contrario que sus hermanas,
pues su muerte siempre se podía achacar a causas naturales. Podría
parecer que tal alimentación era poco sana debido a la escasez de
sustancia del producto, pero afortunadamente la guerra, el hambre y a
que la directora era un tanto ahorradora, hacia que no hubiese
precisamente poca cantidad de niños con esas características.
Se quitó la dentadura postiza
y la metió en un bolsillo de la sotana. Acarició con la lengua su
único diente fino y aguzado como una aguja de coser, anticipando el
deleite de la cena, para luego estirar los brazos y colarse por el
hueco de la cerradura del dormitorio comunal.
Dentro estaba todo
convenientemente oscuro, tan solo iluminado por la luz de luna que
entraba por una ventana y de las camas le llegaba la tranquila
respiración acompasada de los niños. Se fué directa a la cama de
Xuaquin; el pobrecito llevaba unos cuantos días sin apenas probar
bocado debido a unas molestias del vientre y a una fea tos que le
partia el pecho. Llevaba unos cuantos días alimentándose de él,
así que debido a la afección del pobrecito nadie se extrañaría
encontrárselo un dia de estos como un paxarín. El alma pal de
arriba y la sangre pal el de abajo.
Con lentitud le retiró la
mantina y se inclinó sobre el cuello del angelín. ¿Que es esto?
Con un respigo se incorporó soltando un siseo involuntario que hizo
que varios ronquidos bajasen de tono. En el cuello del niño colgaba
un puñero de azabache de un cordel con nueve nudos ¡el niño estaba
protegido! ¿quien había sido? ¿había cometido algún error? Se
dio la vuelta airada para salir de allí cuando lo escuchó.
«Yo
de tí no lo intentaba. Las ventanas están rociadas con extracto de
cuerno de ciervo y plata, acabo de meter una piedra negra en la
cerradura y todos los rapaces están medidos y acordonados. Así que
guajona… se te acabó la folixa.»
Dijo una figura saliendo entre las sombras de un armario junto a la
puerta del dormitorio. Era un tipo delgado y bien parecido, vestido
con un cómodo traje de pana negra y con ojos que no presagiaban nada
agradable. En sus manos brillaban dos revólveres Trubia, los cuales
hizo girar encarando sus cañones al techo y con un sonoro gargajo
escupió en el interior de sus caños.
«Mira,
llevo tanto café en la panza que voy a cagar negro durante una
semana y pico, así que acabemos con esto rápido. ¿Me haría ese
favor?»
El oficio de salutador data de
antiguo, pero gozó del mayor pico de popularidad durante el siglo
XV. Fue tal su expansión y desarrollo, que junto a la brujería es
de las artes arcanas cuyos hechos han sido profusamente documentados
por la iglesia y las crónicas locales. Los salutadores son personas
que dicen poseer el poder de curar y espantar el mal mediante el uso
de su saliva, aliento o diversos residuos corporales que por
salubridad y buen gusto no incluiré en este informe. Su denominación
proviene del latín salutador, el cual significa literalmente “dador
de salud”. Su oficio les puede vincular con sanadores y curanderos,
aunque se conocen casos entre la realeza, como el poder curativo de
los borbones.
Se
consideraba que el poder de un salutador proviene por ser el séptimo
hijo de una familia que solo hubiese engendrado varones. Hecho
rebatido por las crónicas y los informes recientes, ya que el poder
parece no estar vinculado a un sexo concreto, siendo también
bastante comunes las mujeres salutadoreas, como indica el caso de la
conquense Isabel Gil (ver informe de juicios por brujería en Aragón)
Aunque
se ha observado que estas tienden a nacer más al Norte, lo cual
algunos estudiosos achacan a la proximidad con la Mar Cuayada.
También
se achaca su origen a haber nacido en Jueves Santo,
Viernes Santo, Nochebuena o el día de la Encarnación, haber llorado
en el vientre materno y que la madre no diese cuenta de ello al
marido, ser el mayor de dos hermanos gemelos o haber nacido dentro de
un pellejo o bolsa amniótica. El linaje de un salutador es
comúnmente vinculado con Santa Catalina de Alejandria o Santa
Quiteria; las cuales, según las crónicas, para ser santas y
vírgenes tuvieron un árbol genealógico más tupido que el de un
rey. Otra corriente los emparenta con el culto a la diosa Brixit,
debido a que los salutadores eran requeridos por su capacidad para la
curación, la protección del ganado contra enfermedades y su control
sobre el fuego que podia amenazar el hogar.
Fue tal su profusión y solicitud
por parte de pueblos y cortes, que la iglesia se vio obligada a
controlar su oficio. Esto pudo ser debido al celo profesional, a un
intento de proteger al vulgo de charlatanes y a cierta suspicacia de
que miembros laicos de la sociedad anduviesen obrando milagros a las
espaldas del clero. Gracias a esto existe un basto archivo de datos
documentados sobre las acciones y echos de los salutadores, ya que
para ejercer su oficio debían de ser poseedores de una licencia
eclesiástica, siendo perseguidos por la justicia en caso contrario,
llegando las multas al pago de dos ducados a aquellos que les den
techo o contraten sus servicios e incluso la pena podía llegar a ser
de excomunión. En Asturias, el obispo Álvarez Caldas llegó a
incrementar la multa a más de mil maravedís, aparte de excomunión,
maniobra que sirvió para disuadir a los charlatanes y permitió a la
iglesia separar la grana de la paja a la hora de controlar a tales
individuos. Por aquel tiempo los oseros estaban bajo el control de la
inquisición (ver informe sobre la segunda torre de la catedral de
Oviedo), la cual incorporó al cuerpo a todo aquel salutador probado,
los cuales demostraron su utilidad gracias a su capacidad de sanar
rápidamente las heridas en las misiones de campo, ademas de su poder de
bendecir armas y expulsar entidades foriatas menores.
Aún con ese control, muchos
salutadores decidieron ejercer de forma clandestina, ya sea por
interés o movidos por la piedad hacia aquellos a los que no podian
ayudar si estaban bajo el ala de la iglesia. Por ello fueron
perseguidos y hoy en día es muy difícil encontrar alguno, ya que se
muestran bastante suspicaces a usar sus poderes, si es que se llegan a
percatar de ellos. Durante la refundación de Jovellanos, este
consiguió contactar con algunos, los cuales terminaron uniéndose a
los oseros, pero aún así su número continua siendo escaso.
El poder de un salutador reside
en su saliva, la cual ha demostrado ser un potente catalizador de la
cicatrización y regeneración celular, la cual le permite proezas
como poder meterse aceite hirviendo en la boca o caminar sobre las
brasas, métodos que eran usados por los eclesiásticos para conceder
la licencia. Curiosamente este poder regenerador para con el fuego
solo afecta a ese elemento, ya que las quemaduras por frio extremo,
ácido o veneno no parecen entrar dentro de esa clasificación.
Se ha analizado químicamente la
saliva y esta no ha demostrado nada extraordinario, aunque se ha
teorizado que sus propiedades provienen de una llaga en forma de cruz
que todo salutador tiene en el cielo de la boca, la cual ha sido
clasificada como una glándula arcana desconocida o un anclaje de la
Mar Cuayada con este mundo, parecido a un Negrón pero en pequeño
tamaño. Se ha demostrado que la saliva no puede ser envasada para su
reutilización, lo cual seria un probado avance médico, sino que
debe de provenir de la boca del mismo sujeto fuente.
Salutador
Ventaja:
Transfondo Arcano (Salutador).
Habilidad
arcana: Salivación
(Especial).
Puntos
de poder: Especial.
Poderes
iniciales: 3.
Reglas
especiales:
De
santa y exclusiva estirpe.
El salutador comenzará con los siguientes poderes: Castigo, curación
y protección medio ambiental (fuego). A lo largo de su carrera podrá
adquirir los poderes de destierro y proyectil. Al
no depender de ninguna característica,
su habilidad arcana cuesta el doble
Saliva.
Para hacer uso de sus poderes,
el salutador debe de mantener su boca húmeda y convenientemente
salivada.
Al depender de ella
sus puntos de poder se ven reflejados en su capacidad de salivar,
la cual en términos de juego implicará
el empleo de una acción para gargajear
y lanzar su dado de la
habilidad Salivación
junto a su dado salvaje, uno
de los resultados
sin explotar indicará
sus PP. Los salutadores suelen procurar mantener el flujo con
sencillos
trucos como mascar tabaco, caramelos o mordisquear
una brizna de hierba, lo cual les permite mantener la salivación
fácilmente, complicándose la situación si no lo hacen ya que
tendrán un -2 a la tirada de gargajear.
Boca
seca. Cada turno, se restará
uno a los PP generados por gargajear, aparte del mantenimiento de
hechizos. A su vez, cada vez
que se gargajee, los PP generados sustituyen a los anteriores.
Esto
es tan incomodo tanto para tí como para mí.
Todos los poderes del salutador implican el uso de su saliva, lo cual viene a decir que deberá escupir en las heridas que tratará, las armas
que bendecirá y lamer las partes que entrarán en contacto con el
fuego.
Puag.
Si recibe una herida, el salutador deberá de realizar una tirada de
Espíritu para no perder todos sus PP por un escupitajo
involuntario.
Cof,
cof… dios… que me rompo. Si
se obtiene un uno en el dado de Salivación, el salutador queda
aturdido y si obtiene un fallo crítico no podrá volver a salivar
durante todo el combate.
Tengo
la lengua como la de un gato. El
poder de curación ha sido modificado y permite ser lanzado sobre una herida que ha sobrepasado la hora de oro, pero el contrapunto es que solo admite un intento por nivel de herida.
Castigo y protección medio
ambiental no pueden ser lanzados a la ligera, ya que la saliva se
seca y eso hace que su su mantenimiento implicaría que el salutador
se dejase la lengua como el felpudo de una casa de citas cuando hay
soldados de permiso.
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