miércoles, 13 de diciembre de 2017

Allende la Mar Cuayada (III) La Treinta y Una.


 
Dicen que en realidad Judas no recibió treinta monedas por su trabajo, sino que la cantidad del jornal ascendia a treinta y dos. Segun uno de los apócrifos atribuidos a Mateo, estas dos monedas fueron encontradas en la túnica de su compañero cuando este pendia de su destino de cáñamo de la rama de una higuera en la Finca del Alfarero.

Hay tres versiones de como esas monedas llegaron alli. Una atribuye al apóstol un carácter emprendedor, ya que decidió invertir el dinero ganado en la compra del terreno donde se ahorcó. La otra en cambio le dota de un aspecto previsor, pues cuando arrojó las monedas ante los sacerdotes para mostrar su repudia ante las acciones que había llevado a cabo decidió quedarse dos, ya que una cosa es mostrar arrepentimiento y la otra pasar hambre. La tercera, despoja de carácter mundano a los hechos y les dota de un aspecto sobrenatural, pues aunque Judas arrojó las treinta y dos monedas de plata en la entrada del templo, ya sea por acción del de arriba o el de abajo, dos se colaron en su bolsillo. Y ya podía arrojarlas al Jordán o entregarlas por un ánfora para olvidar o pan para comer, que estas siempre volvían a él para recordarle lo que había hecho, haciendo que la culpa lo acosase y decidiese ahorcarse.

Algunos escritos adjudican al propio Mateo (pues en su evangelio parece conocer muy bién el final de Judas) el honor de bajar del árbol a su hermano y junto a otros darle sepultura en la misma finca donde fue encontrado. Las dos monedas fueron usadas para sellar sus ojos al modo romano, pero se cree que Mateo, movido por un arrebato de piedad, decidió ahorrarle el insulto a Judas y se guardó una de las monedas. Aunque otros dicen que el de abajo intervino y volvió codiciosa la mano de uno de los enterradores, el cual escamoteó la moneda y la usó para celebrar el evento en una taberna con un par de ánforas y compañía.

Lo cierto es que desde aquel dia la moneda no ha dejado de rodar y cambiar de manos, siendo objeto de robos, puñaladas y transacciones.

El aspecto de la moneda es la de un círculo de plata extremadamente gastado por el cambio de faltriquera, mostrando unas letras en latín medio borradas y el rostro irreconocible de algún emperador. En el borde tiene una profunda marca hecha a cuchillo que dicen que proviene del mismo Judas, el cual se había asegurado así de que fuese la misma moneda la que le aparecía todos los días en la túnica. Es sabido que el poseedor de la Treinta y Una puede comprar casi cualquier bién de naturaleza física con ella, ya que tan solo hace falta mostrarla para que incluso al más agarrado le brillen los ojos de codicia. Esto es una ventaja y a la vez un inconveniente, pues la moneda volverá al bolsillo o monedero del que efectuó el pago a las doce de la noche del dia siguiente, con lo cual será mejor que en ese momento se encuentre lejos, pues lo más seguro es que dentro de un tiempo se tope con la guardia civil o los hijos del afectado armados con escopetas a la puerta de su casa.

Hace tiempo la Fundación del Oso la localizó en manos de un mendigo de Toledo, el cual le había pillado el truco pronto y se había dedicado a recorrer toda la península oculto de sus acreedores. Con lo cual se dedicó a comprar solo lo necesario para sobrevivir, ya que si la pérdida es poca, igual el estafado no se tomaba la molestia de buscar venganza. Fué llevada a las instalaciones subterráneas de Covadonga, donde se cree que ahora reside cambiando de dueño continuamente mediante un sistema de sorteo periódico.

La moneda es extremadamente peligrosa, ya que se sabe que hay dos foriatus vinculados a su leyenda. Uno responde al nombre de el Oscuro Ahorcado y el otro es el Contable.

El primero ha sido descrito como un hombre de raza negra, con el rostro en tinieblas y vestido con una túnica harapienta, la cual parece hondear bajo un viento invisible. Siempre aparece pendiendo del cuello por el nudo de una gruesa cuerda hecha con lo que parecen restos de tela arrancados de su ropa. El foriatu hará acto de presencia al cabo de una semana de posesión de la Treinta y Una, mostrándose al principio colgado a lo lejos de farolas o árboles, pero a medida que pase el tiempo el Oscuro Ahorcado irá acercándose al actual dueño de la moneda, pudiendo incluso mostrarse pendiendo de una de las vigas de su dormitorio. Muchos no aguantan la angustia que parece emanar de la entidad y se acaban suicidando al cabo del año. La Treinta y Una, aunque acabe en el féretro del fallecido, siempre se las arregla para termina en las manos de otro y seguir su recorrido.

El otro foriatu es llamado el Contable. Su presencia es más esquiva que la del Ahorcado, pues no suele aparecer abiertamente. Su aspecto es la de un hombre de unos cuarenta años, de complexión delgada y de trato educado. Algunos poseedores de la treinta y una afirman haberlo visto presenciando como la plata cambia de manos, como si actuase de testigo en la transacción. Otros en cambio lo han visto... a cachos, afirmando que las manos que reciben la moneda son las del Contable, ya que no casan con la del propietario del cuerpo o el rostro de un criado que pasa casualmente a dejar los cafés resulta ser el del mentado. El caso es que este foriatu se mantiene siempre aparte y no suele establecer contacto directo, apareciendo y esfumándose justo cuando el dueño de la moneda se da cuenta de su presencia. Algunos agentes que han logrado entablar conversación con él (el cual parece responder por diversión o aburrimiento) dicen que por las escuetas réplicas y las evasivas el foriatu podría estar vinculado con el mismísimo Mammón, llevando sus libros de cuentas.

La moneda es usada por la Fundación en trabajos de carácter especial, en los cuales es necesario el uso de capital para al obtención de lo necesario  para llevar a buen término la misión. Los recursos de la organización suelen ser extremadamente controlados por el ala administrativa, con lo que la Treinta y Una permite no agotar los presupuestos. Existe la creencia que el empleo de la moneda para realizar una buena acción o ayudar a los demás, reduce en un mes la condena de Judas, con lo cual es ley no escrita (aunque la Fundación ve con malos ojos esta costumbre) el comprar varios décimos de lotería para compartir entre los agentes antes de devolver la moneda.

Existen rumores de que la Treinta y Dos también tendria poderes similares, pero al contrario que su hermana, la cual solo sirve para adquirir bienes o servicios de carácter físico, la segunda permitira comprar bienes inmateriales. Estos podrian ser lealtades o el pago de delitos de sangre. Se ignora su paradero, pero existen informes de que podrian indicar que se encontraria en manos de la Sociedad Albierich, dirigida por el propio Himmler.

En términos de juego, el poseedor de la Treinta y Una podrá pagar con ella cualquier transacción económica si la otra parte falla una tirada de Espíritu -4. La moneda volverá a su bolsillo cuando den las doce del día siguiente.

Al cabo de una semana el Oscuro Ahorcado comenzará a acosarlo, debiendo de sacar cada día un naipe de la baraja. Si la carta es una figura perteneciente al palo bastos, la angustia lo embargará y tendrá un -2 a todas las tiradas de ese día. Pasados seis meses el -2 será aplicado sacando simplemente un basto de cualquier valor. Se recomienda entregar la Treinta y Una antes de un año.


Reconstrucción del Oscuro Ahorcado según los datos aportados por los agentes.
Aspecto del Contable según algunos testimonios.